Por Gonzalo Henríquez Albornoz
Dos académicos nos muestran su visión acerca de la política y de la participación universitaria. Por una parte se defiende la idoneidad de la triestamentalidad, pues considera la opinión de todos los estamentos. Por otra, se superponen los intereses de los académicos al de los demás estamentos, afirmándose que son los primeros quienes norman la actividad central de las universidades.
Corría el año 1990, y el retorno a la democracia suponía la propagación de sus principios inspiradores, hacia la totalidad de las instituciones del Estado. La construcción de un nuevo mercado hizo que la educación no alcanzara el chorreo. Las reformas al respecto nunca llegaron, y el sistema educacional impuesto en dictadura se ha mantenido vivo al alero de nuestra clase política.